Moda con propósito: Eve Monteza traza un camino coherente entre diseño, cultura y justicia laboral

La diseñadora Evelyn Monteza, directora creativa de Ev.M Project, está liderando desde Perú una revolución silenciosa en la industria de la moda. Su propuesta combina diseño contemporáneo, saberes ancestrales y procesos éticos de producción, sin adaptarse a las exigencias tradicionales del mercado internacional. “Este es un proyecto de vida, no una estrategia. Y si no es bajo condiciones justas, preferimos no hacerlo”, afirma con firmeza.

Su vínculo con la moda empezó con una necesidad personal de experimentar con texturas y colores, pero se transformó en una misión luego de viajar por el interior del país y descubrir el trabajo invisibilizado de comunidades artesanas. “Conocí personas con técnicas increíbles que eran maltratadas laboralmente. Yo no quería regalarles nada, solo pagarles lo que merecían”, explica. Desde entonces, trabaja con los mismos grupos desde hace más de 15 años, estableciendo relaciones laborales duraderas, sostenibles y humanas.

Monteza estudió moda en la escuela Chio Lecca y luego complementó su formación en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde profundizó en arte y diseño. También ha cursado estudios en Bellas Artes y en la Universidad de Palermo (Italia), lo que le permitió desarrollar una visión integral del diseño y de su rol como vehículo cultural. “No concibo la moda sin responsabilidad ambiental ni cultural. Lo bello no siempre debe tocarse: hay cosas que se respetan simplemente porque nos trascienden”, señala.

Ev.M Project trabaja con fibras naturales, insumos reciclados como denim descartado y técnicas artesanales que requieren más tiempo y habilidad que la confección industrial. Este enfoque —consciente y de bajo impacto— hace que sus prendas tengan un alto valor económico, especialmente en mercados del extranjero, donde pueden alcanzar precios de hasta 700 dólares. Sin embargo, Monteza se ha negado a subir sus precios en Perú, a pesar de las presiones. “Para mí la sostenibilidad también es social. No puedo elitizar lo hecho a mano. Mis clientes locales tienen derecho a acceder a mi trabajo sin pagar el costo de exportación”.

Además de la producción textil, Monteza ha generado una comunidad real entre sus colaboradores. “Nos hemos visto envejecer juntos. He visto a sus hijos entrar a la universidad, a sus familias mejorar su calidad de vida. Incluso han creado entre ellos redes de contención emocional, donde se protegen, se apoyan y se aconsejan”, relata. Uno de los casos que más la marcó fue el de Olinda, una tejedora que en el pasado ganaba cinco soles por prenda, y que hoy —gracias al pago justo— ha podido financiar la carrera universitaria de su hijo.

Mirando al futuro, la diseñadora tiene claro que quiere expandirse internacionalmente, pero sin perder su raíz. “Sí, queremos crecer, abrir nuevos mercados, pero sin traicionar los valores que nos definen. Si el mundo quiere una moda más consciente, nosotros estamos listos, pero bajo nuestras propias condiciones”. Con puntos de venta en Barranco, Miraflores y Cusco, Eve Monteza no solo viste cuerpos: construye un relato textil que conecta emociones, cultura y dignidad.


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